Un momento, una idea y a escribir.
Un plan excepcional
Un plan excepcional

Un plan excepcional

De lejos, podía divisar las luces amarillas que rodeaban el terreno y la carpa del circo.

Ya se acercaba el momento de bajarme en la próxima parada.

Era un fresco atardecer de día sábado. Una ventisca me obligó a cerrar mi cremallera. Ya se podía sentir el final del verano y las vacaciones.

Caminé hasta el semáforo para poder cruzar al lado del circo.

Nos encontraríamos con mi amiga a la hora de la última función.

Mientras cruzaba la calle, vi alzar su mano que me saludaba desde la vereda del frente.

Nos saludamos con un abrazo, mientras nos envolvía el estruendoso sonido del tráfico.

Dirigimos nuestros pasos tranquilamente hacia la fila que se formaba en la boletería.

Comentamos los últimos aconteceres de la semana de cada una y durante la misma conversación, caí en cuenta que nos hemos estado viendo todos los fines de semana. De pronto, el cielo estaba casi completamente oscuro y ya podía notar cómo las luces de la carpa se reflejaban más brillantes en los lentes ópticos de mi amiga.

-¡Hola! Dos entradas laterales, por favor- dijo Margarita.

-Buenas noches, serían 10 dólares- respondió amablemente el boletero.

Tomamos las entradas y subimos por las rampas de acceso. El guardia nos saludó y revisó los tickets azules con gráficas de dinosaurios. Creo que buscó con la mirada si cerca de nosotros nos acompañaba algún niño, pero no, éramos solo dos adultas con ganas de ver un espectáculo.

-Pasen- Dijo el guardia sin mucha expresión y con un ademán formal en sus manos invitándonos a entrar.

Nos recibía por la derecha una fila llena de figuras de dinosaurios tamaño real. Estábamos maravilladas por la muestra y de repente mi amiga me señala un dinosaurio antropomorfo, que estaba sentado haciendo un gesto muy particular y al que nadie le ponía atención. No lográbamos entender el extraño gesto y tal escena nos provocó una risa infantil. Mi amiga le tomó fotos y también nos tomamos una selfie con el simpático dinosaurio de fondo.

Nos envolvió de pronto una mezcla de olores, sobresaliendo el del dulce de algodón.

Acordamos previamente con Margarita no comer nada antes de la función, así que al oler tan rico, se abrió con fuerza el apetito. Cada una fue rápidamente a comprar algo a los carritos de comida, pensando que el show ya debía comenzar.

Entramos a la carpa y una acomodadora nos indicó dónde estaba la ubicación lateral.

-¡Gracias!- Respondimos ambas.

Con las manos ocupadas por refrescos y comida rápida, caminamos por el oscuro pasillo de tierra. Al mismo tiempo, se escuchaba una voz en off que anunciaba el inicio del espectáculo.

Subimos la escalerita y nos sentamos en las graderías. Pensé de inmediato que para ser asientos laterales, quedamos muy bien ubicadas.

Recuerdo cuando le comenté anteriormente a mi amiga la idea de ir al circo de dinosaurios, me asombró que mostrara curiosidad por asistir. No cualquier amistad accede a ir a este tipo de eventos y menos a gastar parte de su sueldo en ello.

Vimos bailes, complejas acrobacias, luces, actuaciones de músicos, payasos y sobre todo, múltiples figuras de dinosaurios que nos dejaron atónitas por su gran tamaño. Nosotras, como parte del público, aportamos con enérgicos gritos y aplausos, sin contar las expresiones de asombro y constantes risotadas.

En un rato, me percaté que no podía dejar de sonreír. Me vi maravillosamente absorbida por la magia del circo. Por un momento, intenté ocultar mi sonrisa ya que me dolían las mejillas, pero no lo podía evitar; estaba feliz. Noté que Margarita también lo estaba.

Un fotógrafo se nos acercó para inmortalizar el momento.

Después de tanta risa, entramos en calor. Me reabrí la cremallera, me puse aún más cómoda y volví a comer las palomitas que había dejado a un lado hace un rato.

Hubo un receso de 10 minutos. Mi amiga se acercó a un payaso que había actuado recién, pero esta vez estaba vendiendo unas paletas tipo sustancias de chocolate. Le compró una paleta. Yo me quedé sentada y el fotógrafo volvió para entregarme la foto de papel en que aparecía con mi amiga. Tenía un marco de cartón con forma de Tiranosaurio rex. Nos veíamos adorables.

-¿La va a querer?- Preguntó el fotógrafo.

-¡Sí, por supuesto!- Respondí con entusiasmo al mismo tiempo que le pagaba.

Y seguimos disfrutando, nos olvidamos de los problemas del mundo por media hora más, hasta el término del show.

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