Algo en la neblina
pareciera dibujar caricias en piel de cristal,
atesoradas en el silencio de una mirada,
un atroz corazón que teme por su vida
En cada suspiro la oscuridad pareciera contraerse
alrededor de estos destellos danzantes (arriba y quizás abajo dijo un hermético)
estrellas que perecen
cuando la carne cierra los ojos frente al vacío
Cuesta cada palabra a la fuerza;
cada segundo perdido en pliegues de irrealidad desmesurada,
el hierro de la voz sin vida golpea las sienes del incauto
destroza la vulgar felicidad del extraño (somos el individuo que perece frente a un otro)
No queda nada más que el cansancio y la desidia,
la intranquilidad de una existencia vacía
una multitud de miradas encarnadas en el dolor,
universos que jamás serán conocidos pero atrapan nuestras almas en su caos (con solo una ojeada, el mundo puede arder)
La neblina consume cada paso, feroz por hacer del cuerpo un espectro
Pero este se desliza lentamente hacia el vacío,
exhausto frente a las garras de lo invisible
mientras el corazón coraza busca un rumbo (sin timón, con delirio pero henchido de dolor)